
Artículo publicado en El País
Zapatos altos de salón, para estilizar las piernas. Falda de tubo, para aparentar más alta y delgada. Americana negra, para dar un toque de elegancia y seriedad. Maquillaje refinado y pelo recogido, para dejar el rostro despejado. No, no son trucos de belleza para lucir en la pasarela Cibeles, es la indumentaria que me obligan a llevar mis jefes para trabajar de azafata de congresos, o más bien, de mujer florero.
Se exige que midamos como mínimo 1,70 cm., usemos una talla 36-38 y tengamos buena imagen. ¿Es que las chicas rellenitas y bajitas no están cualificadas para realizar este trabajo? Pero, además de estos requisitos, se requiere que seamos licenciadas y dominar varios idiomas. Y todo esto, ¿para qué? Para colocar botellas de agua en las salas, recibir a los asistentes, entregar obsequios o posar junto a un WC en la feria del baño, eso sí, siempre con una encantadora sonrisa de oreja a oreja.
<<Menudo chollo de trabajo; cobráis por no hacer nada>>, pensará alguno. Claro que cobramos, nos dan palos por todos lados. Nuestro salario es muy inferior al de una empleada del hogar; el trato que recibimos por parte de nuestros coordinadores es vejatorio y en ocasiones machista y nuestros derechos básicos como trabajadoras se ven vulnerados, pues a menudo no disponemos del descanso mínimo semanal ni del correspondiente a la jornada continua, ni protección frente a los riesgos laborales, ni remuneración de las horas extraordinarias. Esto sin contar con las ampollas en los pies que nos llevamos a casa. Además, las ofertas de empleo que publican «online» son escuetas a la hora de detallar el trabajo a realizar y, normalmente, no sabemos cuáles son nuestras funciones hasta el mismo día de la acción. Claro, no vaya a ser que huyamos espantadas antes de tiempo.
En una de las entrevistas que realicé (metro ‘Donde Cristo perdió la alpargata’), me comentaron que querían a chicas licenciadas por nuestra «educación y saber estar». Estar desde luego sabemos, pero lo que no podemos es decir NO a esos trabajos muchas veces denigrantes.
He tenido la ocasión de hacer amistad con arquitectas, profesoras, economistas, abogadas… que, como yo, forman parte del 57% de jóvenes en paro, tras años hincando los codos en busca de un futuro prometedor.
Y me pregunto, ¿qué hacen los Sindicatos, los Institutos de la Mujer, los Defensores del Pueblo… para denunciar esta discriminación laboral y machista?
Pues no hacen nada… Y cada vez, muchísimo menos.
Un abrazo!
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Es una vergüenza. Así nos va.
Saludos!
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Angel Castañeira Moreno: Lo mismo digo. igualdad total, todas las personas, todos los seres humanos, iguales, la misma edad, la misma altura, el mismo peso, los mismos estudios, las mismas notas, la misma fecha de nacimiento, la misma fortuna ¿donde me estoy metiendo? pues eso todos dentro.
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Bea Aguinaga Glaria: No se puede decir mas claro. Lo comparto.
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Itziar Villabona Rivas: Más claro…agua!!!
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Soy un chico de 1.71 y 60 kg de peso. Ingeniero. Durante mi época de estudiante, intente sin éxito acceder a trabajos de este tipo. Es lo que hay, hacia falta dinero. No pude, por supuesto. Como bien dices, solo se admiten mujeres, y de unas medidas muy concretas. No le di mayor importancia, pero me niego a sentirme encima mal por ello. Mas bien deberian ser todas las azafatas las que se planten, y se nieguen a realizar un trabajo denigrante tal y como esta planteado hoy día. Si no lo hacen por necesidad, lo respeto, yo la tenia. Pero quejarse de la banalidad y el machismo de un trabajo que se consigue precisamente gracias a esa banalidad y machismo, usándola a vuestro favor, me parece absurdo y frívolo.
Pd: al final conseguí un trabajo de mascota (disfraz promocional) para eventos parecidos. Turnos de 4 horas con un traje de 15 kilos a 35/40 grados. No me quejo, pero hubiera preferido los tacones.
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Hola, Carlos. Gracias por comentar.
Soy abogada y politóloga. Llevo varios meses en paro y he tenido que recurrir a estos trabajos, como tú bien dices, por necesidad. Créeme, me resulta bastante bochornoso agradecer a la naturaleza el que me haya dotado de una altura y una talla aceptable para ser azafata, ya que de lo mío no me llaman. Esto sí es frivolidad.
Probablemente tú, como hombre, no lo percibas de la misma manera, pero a mí me parece totalmente innecesario tener que promocionar y reponer de las cámaras frigoríficas paquetes de gulas con zapatos de salón. Cualquier persona, tanto hombre como mujer, puede realizar esa labor sin ser expuesta ridículamente y tratada insignificantemente. Muchas veces aguantamos, no tenemos otra. He presenciado miradas lascivas, comentarios groseros y hasta «palmaditas» en el trasero por parte de la clientela masculina y, peor aún, de los coordinadores. En este sentido, considero que tengo todo el derecho para denunciar ese acoso que recibimos las azafatas.
Entiendo que estas agencias se alimenten de la imagen, pero nosotras no somos modelos, ni asesoras de imagen, ni tenemos experiencia en posados. Somos licenciadas que necesitamos un dinero para ir «tirando» mientras encontramos de lo nuestro.
Es cierto que en estos trabajos abundan las mujeres, pero cada vez hay más azafatos en este mercado laboral y, para mi asombro, resulta que ahora ellos desean ser tratados como «hombres florero». Pero claro, imagino que a ellos no les tocarán el culo…
Agradezco de nuevo tu comentario y espero que no tengas que volver a disfrazarte de mascota a plena solana.
Saludos.
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