Una constitución para gobernarlos a todos

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Como si del anillo de la famosa saga de Tolkien se tratara, la constitución española se ha convertido en un objeto ficticio que gira en torno a su destrucción. Al igual que la ‘Compañía del Anillo’, los padres de la Constitución tuvieron una importante encomienda: redactar, con el consenso político necesario, un ordenamiento jurídico que protegiera el Estado social y democrático de Derecho y garantizara los derechos y deberes fundamentales de los españoles. Treinta y seis años después, la Constitución es papel mojado para unos y arma arrojadiza para otros. Al contrario que el mago Gandalf, ningún político parece tener los superpoderes necesarios para derrotar a quienes intentan destruirla.

La cuestión territorial, la dicotomía entre Iglesia y Estado, la polaridad monarquía-república y la necesidad de un cambio en el sistema electoral y en la representación política hacen tambalear los pilares de nuestra norma jurídica suprema. Pero, parece que los españoles todavía no están totalmente preparados para asimilar una reforma. La democracia en España, a diferencia de nuestros países vecinos, sigue siendo demasiado joven. Aún no se han asimilado los valores que propugna la Carta Magna y, lo que es peor, se está perdiendo la pasión en la defensa de nuestros ideales y creencias políticas, pues ya no se respetan ni los principios básicos: libertad, justicia, igualdad y pluralismo político. Y no es que dicho Código se haya quedado anticuado, sino que los poderes públicos han ido definiendo nuestra sociedad a su antojo y, en ocasiones, por intereses puramente económicos. El desinterés por la política y la vergüenza que produce a los ciudadanos los casos conocidos de corrupción, y los que nunca se conocerán, han convertido a España en el reino de Mordor.

Es una lástima que la Constitución no sea asignatura obligatoria en la escuela, que no se cuelgue un ejemplar en los tablones de anuncios de los centros de trabajo y que no figure en todas las mesas de despacho de los responsables de entidades privadas y administraciones públicas. La Constitución de 1978 no es el anillo que haya que destruir sino un valioso tesoro que los españoles deberían proteger, al igual que hizo Gollum con su propia vida. Tal vez haya llegado el momento de actualizarla, pero antes se debería aprender del pasado e intentar conseguir el consenso necesario para liberar nuestra política de las tinieblas.

Photo by Aziz Acharki on Unsplash

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Ellen Ray dice:

    Jjjaja 😀 muy buena comparación, si señora… Tolkien hizo una buena metáfora, realmente esa historia es aplicable a la vida real, representa la lucha por la libertad de loa hombres frente a un poder totalitario y oscuro…
    Un saludo!

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    1. ¡Muchas gracias, Ellen! La verdad es que hoy hay más orcos que padres de la Constitución.

      Saludos y buen fin de semana 😉

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