Artículo publicado en XL Semanal y Diario de Navarra
Finaliza el curso escolar con un enorme cero general a la sociedad española, por ser incapaz de resolver uno de los problemas más graves que tiene la infancia: el acoso escolar. «¡Zorra, pelota, pija…!», eran algunos de los insultos que escuchaba durante mis años escolares por rechazar a un chico, sacar buenas notas o vestir un heredado chándal de Nike. El callejón que conducía al patio del colegio, trasladado a un barrio periférico, me recordaba al de una plaza de toros donde los bravos de mi clase me acorralaban para cornear mi autoestima y pisotear mi orgullo.
Tras quince años, todavía perdura en mi memoria el llanto de mi mejor amiga, acosada también en su colegio; el silencio de mis amigos y amigas, incapaces de defenderme; la pasividad de mis profesores, amparada en su odiosa frase: «Son cosas de críos»; y la angustia de mi familia, que al fin se dio cuenta de la gravedad del problema.
Pero en vez de minar mi personalidad, esta experiencia me hizo cada vez más fuerte porque nunca dejé de luchar. Cada mañana, antes de ir al colegio, repetía delante del espejo: «Yo soy normal, el problema lo tienen ellos. Ya madurarán». Me alimenté durante años de este pensamiento e intenté llevar una vida normal. A los quince años, tras comprobar que mis hostigadores no modificaban su conducta y que mis profesores no me ayudaban, mi familia me cambió de colegio. Pero, para sorpresa de todos, continuó el acoso en la calle y en Internet. Entonces fue cuando mi madre decidió actuar con firmeza y acudió al director del anterior colegio para amenazarle con denunciar el hecho ante la Policía, el Juzgado, el Consejo Escolar, la Administración Educativa, el Defensor del Pueblo, los medios de comunicación… Y al fin pude respirar tranquila.
Al poco tiempo, un niño llamado Jokin se suicidó en Fuenterrabía víctima del matoneo escolar. Este suceso accionó las campañas contra el bullying y tanto las administraciones educativas como el profesorado comenzaron a asumir un fuerte compromiso, tardío en mi caso, ante el acoso escolar. Compromiso que evidentemente ha fracasado a juzgar por los hechos que se publican.
Es evidente que fallan los mecanismos de detección en la Escuela pero también es cierto que las leyes españolas no recogen con contundencia el acoso escolar como delito, a pesar de estar contemplado de forma general en el artículos 15 de la Constitución Española, el artículo 173.1 del Código Penal, el preámbulo de la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo, el artículo 2.2 de la Ley Orgánica de Calidad de Educación y el artículo 28.2 de la Convención de Derechos del Niño de 1990. La actualmente debatida Ley Reguladora de la Responsabilidad Penal de los Menores adapta el contenido del Código Penal para los mayores de catorce y menores de dieciocho años, aunque no impone penas sino medidas orientadas a la reinserción.
Los jueces deberían ser implacables a la hora de juzgar el acoso como lo son con cualquier otro delito porque «no es cosa de críos». En los últimos tiempos se han dictado algunas sentencias favorables a las víctimas como la concesión de una discapacidad del 33% a un menor que sufrió bullying o la condena a un colegio a indemnizar con casi seis mil euros a otro niño acosado. Pero no es suficiente.
Así pues, examinados los casos de acoso escolar no resueltos durante el curso 2014-2015, se suspende con mala nota a la comunidad educativa española por no estar atenta a las conductas desencadenantes de dicho acoso y no disponer de un protocolo eficaz de actuación que evite tanto sufrimiento.
Con el paso de los años, me he ido encontrando con algunos de aquellos chicos quienes, reconociendo su error, me han pedido perdón por el daño causado. Aunque es un triste consuelo, más vale tarde que nunca.
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Lamentable que se siga diciendo que son cosas de críos. Qué pasa? Es que los críos no tienen sentimientos o qué?
Todos debemos actuar: padres y profesores.
Demuestras una gran valentía contando tu caso Paula. Al menos esa experiencia te ha hecho fuerte ( miremos el lado positivo al menos). Después de lo que pasaste nada va a poder contigo!
Un beso enorme y sigue escribiendo!
Diana
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¡Muchas gracias, Diana! Precisamente porque como parece que son cosas de niños no se le da la importancia que tiene. Pero, ya se está viendo en los numerosos sucesos ocurridos en colegios que el problema es muy grave.
Mi final fue feliz dentro de lo que cabe, pero el de otros, por desgracia, no.
¡Un abrazo muy fuerte! 🙂
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