Artículo publicado en El Confidencial Digital , Diario de Navarra y Diario de Noticias de Navarra
La consolidación de los mensajes instantáneos ha supuesto un antes y un después en la era de las comunicaciones. En España, casi la totalidad de la población prefiere usar WhatsApp a llamar por teléfono. Y es difícil no pensar así cuando esta popular herramienta permite enviar felicitaciones de cumpleaños, sin tener que realizar esa fastidiosa llamada; dejar a tu pareja, sin pasar por el mal trago de verle llorar, o expresar cualquier tipo de opinión, sin recibir burlas o críticas directas.
La aplicación de WhatsApp se utiliza en el ámbito personal y privado, pero también en el profesional. Por lo visto, se ha puesto de moda despedir a los trabajadores por medio de este servicio gratuito de mensajería. Es un paso más en el “todo vale” del mundo laboral que ha dejado la crisis. Algunos jefes aplican este peculiar y fraudulento despido libre para ahorrar costes, evitar procedimientos y, de paso, no dar la cara. Pero desconocen que esta práctica no tiene validez legal, pues el artículo 55 del Estatuto de los Trabajadores exige que la comunicación se haga por escrito y de manera fehaciente, es decir, probada. Los empleados destituidos pueden reclamar, pero la mayoría no acude a los tribunales por miedo a las consecuencias que una demanda pueda ocasionar en su futuro laboral.
Y en este contexto de irregularidades, cabe preguntarse dónde se esconden los Sindicatos, la Inspección de Trabajo y, sobretodo, la ética empresarial. Ojalá se pudiera eliminar la precariedad de los contratos y el chantaje laboral tan fácil como un chat de WhatsApp.
La picaresca española no tiene límites. Efectivamente, ¿alguien sabe dónde están los sindicatos? ¿A qué dedican su tiempo? Creo que ya está bien de que nos tomen el pelo
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