
«Soy muy ambicioso», manifestaba en octubre Matteo Renzi al diario La Stampa. «Se cree Superman», expresaron varios periodistas italianos. La buena ambición llevó a Renzi a convertirse en el primer ministro más joven de Europa a la edad de treinta y nueve años. Con tan sólo diecinueve participó en el concurso televisivo La ruleta de la Fortuna en donde se embolsó unos 25.000 euros. Pero la mala ambición propició la dimisión de su cargo tras su derrota en el referéndum para la reforma de la constitución.
En España, como si del anillo de la famosa saga de Tolkien se tratara, la Constitución se ha convertido en un objeto ficticio que gira en torno a su destrucción. Al igual que la ‘Compañía del Anillo’, los padres de la Constitución tuvieron una importante encomienda: redactar, con el consenso político necesario, un ordenamiento jurídico que protegiera el Estado social y democrático de Derecho y garantizara los derechos y deberes fundamentales de los españoles. Treinta y ocho años después, la Constitución es papel mojado para unos y arma arrojadiza para otros. Al contrario que el mago Gandalf, ningún político parece tener los superpoderes necesarios para derrotar a quienes intentan destruirla.
La cuestión territorial, la dicotomía entre Iglesia y Estado, la polaridad monarquía-república y la necesidad de un cambio en el sistema electoral y en la representación política hacen tambalear los pilares de nuestra norma jurídica suprema. Pero, parece que los españoles todavía no están totalmente preparados para asimilar una reforma. La democracia en España, a diferencia de nuestros países vecinos, sigue siendo demasiado joven. Aún no se han asimilado los valores que propugna la Carta Magna y, lo que es peor, se está perdiendo la pasión en la defensa de nuestros ideales y creencias políticas. Y no es que dicho Código se haya quedado anticuado, sino que los poderes públicos han ido definiendo nuestra sociedad a su antojo y, en ocasiones, por intereses puramente económicos. El desinterés por la política y la vergüenza que produce a los ciudadanos los casos conocidos de corrupción, y los que nunca se conocerán, han convertido a España en el reino de Mordor.
Es una lástima que la Constitución no sea asignatura obligatoria en la escuela, que no se cuelgue un ejemplar en los tablones de anuncios de los centros de trabajo y que no figure en todas las mesas de despacho de los responsables de entidades privadas y administraciones públicas. La Constitución de 1978 no es el anillo que haya que destruir sino un valioso tesoro que los españoles deberían proteger, al igual que hizo Gollum con su propia vida. Tal vez haya llegado el momento de actualizarla, pero antes se debería aprender del pasado e intentar conseguir el consenso necesario para liberar nuestra política de las tinieblas.
Creo desacertado el titular porque, en mi caso, al igual que el de una inmensa mayoría la Constituciòn es la de todos.
Como historiador puedo manifestar que la mayoría de las anteriores, desde el siglo XIX, era redactada por unos para imponerla a los otros, cual trágala.
En este caso, nace fruto del consenso de todos los partidos que apoyan y firman las normas fundamentales y las reglas del juego para generaciones venideras,
Que por culpa de unos perroflautas que no creen en su país (cuanto menos en su Constitución) y separatistas excluyentes y nacionalistas no hay porqué derogarla, aunque todo en la vida tiene su ajuste y actualizaciòn a la lògica de los tiempos.
No le hagamos el juego a todos estos últimos, por favor.
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Creo que no has entendido el título, no el titular como tú dices.
Y creo que tampoco has entendido el mensaje de este relato. Que es que se estudie la constitución desde el instituto, ya que los jóvenes de ahora no daben ni lo que es, ni su significado.
Saludos Manuel.
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Comparto tu reflexión y muy de acuerdo en dar a conocer la Constitución y su tramitación parlamentaria desde la Escuela. Es una asignatura pendiente y parece que no interesa. Graciñas Paula 😉
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¡Gracias, Elisa! Has comprendido perfectamente lo que quería decir 🙂
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Un excelente artículo, digno de una analista política. Estoy totalmente a favor de que la Constitución debería enseñarse en las escuelas y divulgarse en los centros de trabajo. Las nuevas generaciones, que han nacido en la democracia, no saben valorar el esfuerzo de aquellos hombres que lucharon por construirla. Comparto contigo la idea de que la Carta Magna debe adaptarse a su tiempo, nunca derogarla, y me alegra saber que existe gente joven y con iniciativa como tú que, a pesar de no tener memoria histórica, tengan el valor de defender los pilares ideológicos de aquel gran consenso.
Sigue así, cada día escribes mejor.
Saludos.
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