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Soy Paula Santolaya, informando en directo desde SANTOLIVE en mi realidad virtual. ¿Tienes opiniones o sugerencias? Puedes dejarlos en la sección de comentarios o escribirme un email a info@santolive.com.
En el universo digital de los datos, mantener el anonimato y la privacidad no es tarea fácil. Muchas personas exponen constantemente sus vidas en Internet a través de la publicación de fotos personales sobre lo que hacen en su día a día y los lugares donde han viajado. Pero desconocen que esas imágenes ofrecen una valiosa información que puede utilizarse con fines mercantiles o maliciosos por parte de empresas y ciberdelincuentes. Precisamente, a comienzos de este año, se supo que la empresa estadounidense Clearview había creado una base de datos con más de ¡tres mil millones! de imágenes de usuarios de todo el mundo, ofreciendo servicios de reconocimiento facial a agencias policiales y empresas. ¿Y de dónde obtuvo Clearview esas imágenes? Naturalmente de Internet, de las fotos que continuamente colgamos en las redes sociales.
Debemos tener muy en cuenta que esta tecnología permite revelar, sin consentimiento explícito por nuestra parte, información altamente sensible de una persona como su nombre real, número de teléfono, ocupación y hasta la dirección de su domicilio y que estos datos pueden ser vendidos a empresas y éstas, a su vez a otras y así sucesivamente.
Un informe reciente publicado por el comisario federal de privacidad en Canadá, Daniel Therrien, ha alertado sobre la violación de los derechos de privacidad de los ciudadanos en Internet por parte de las empresas. Países como Reino Unido y Australia ya han abierto una investigación conjunta sobre las malas prácticas de algunas empresas como la citada Clearview.
La privacidad digital en España está regulada por la Ley Orgánica de Protección de Datos y Garantía de Derechos Digitales (LOPDGDD), adaptada a la normativa europea del Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), sin embargo muchas de estas prácticas se escapan a la ley por lo que no está de más configurar la privacidad de nuestras redes sociales para determinar quién puede acceder a las publicaciones y hacerlo periódicamente, porque ‘las brujas de Internet’ a veces dejan al aire nuestros datos.
Por otro lado, se debe cuidar especialmente la difusión que los padres hacen de fotos y vídeos de sus hijos en las redes sociales, ya que pueden causar daños irreparables como ciberacoso, suplantación de identidad o robo de datos. No es la primera vez que una inocente foto de un bebé en su bañera ha acabado formando parte de una base de datos de pederastias. Es responsabilidad del adulto proteger la privacidad de los más pequeños para evitar que caiga en manos indebidas.
Así pues, la próxima vez que nos pidan registrarnos en una app o colguemos una foto nuestra o de nuestros familiares y amigos en las redes sociales, contemos hasta cien.